En la escuela de cocina me enseñaron que la mejor ensalada tiene que ser una mezcla perfecta.
Corría el año 2006 y mientras la profesora Rosa Meza nos enseñaba, yo en mi silencio irreverente, pensaba que no hay perfección en la cocina, claro, no estaba yo preparada para lo que aprendería a continuación.
Ella hizo una pausa, como si adivinara mis pensamientos, me miro un segundo, subió el tono de voz, buscando espabilarme y dijo: “Uno o más verdes, un queso delicioso, un “crunch” y una proteína (pollo-salmón-carne-mariscos) con el aderezo que caiga como guinda en pastel” …. Caminando de espaldas a mí, subió aún más el tono: ¡Balance! la mejor ensalada es el perfecto balance de sabores …
Desde ese día, la ensalada dejo de ser solo ese plato verde, rojo y blanco (lechuga, tomate, cebolla y aguacate) de los almuerzos de mi niñez.
Una ensalada es una mixtura de ingredientes naturales, con al menos un ingrediente crudo.
La palabra ensalada deriva del latín herba salta o hierba salada, pues originalmente las hojas verdes se sazonaban solo con sal.
Creo que una buena ensalada es aquella en la que las hojas verdes que escojamos (lechuga romana, escarola, espinaca, menta, rugula, o el que prefieras usar) están tan frescas que explotan crujientes al probarlas.
Pero mientras a mi me gustan las ensaladas con frutas, a ti tal vez te parece absurdo pensar en fresas con queso azul o mangos mezclados con camarones y cilantro… Pues al final, hay tantas opciones, que creo que la ensalada perfecta es la que tiene lo que a ti más te gusta, y si no amas las ensaladas es porque aún no has probado una primavera, con perlitas de queso de cabra y nueces, anímate, arriésgate, pues un secreto para ser feliz es comer y disfrutar lo que comemos, sin
culpa…
Carmen T. Méndez